jueves, 7 de agosto de 2014

Lectura durante la Primera Guerra Mundial


Con motivo del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, he escrito este articulo, con el cual tan solo pretendo mostrar como la lectura puede ser útil en cualquier extremo en el que estemos. En esa época histórica en la que al hombre le rondaba la muerte, el horror y la destrucción,  encontraba consuelo en la lectura
Cualquier libro  o texto que proporcionarse diversión o entretenimiento, era devorado por los soldados. La American Library Association (ALA) (Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos), creada en 1876 con la misión  proporcionar el liderazgo para el desarrollo, la promoción y la mejora de las bibliotecas y servicios de información  y profesionales de las bibliotecas, con el fin de mejorar el aprendizaje y garantizar el acceso a la información para todos, fundó en 1917 la Library War Service  para dar respuesta a esta demanda de lectura. La Library War Service creó 36 bibliotecas en campamentos militares, distribuyendo tanto libros como revistas
Pero no todos los países consiguieron movilizar y distribuir tantos libros como otros. Se sitúan a la cabeza Alemania y Reino Unido que enviaron al frente cerca de  millones de libros, pero países como Francia, Austria, Italia o Rusia, se quedaron por detrás. Los libros llegaban vía donaciones, a veces de países aliados a los dos bandos, de los propios habitantes que Vivían en la zona del conflicto. Era un acto de solidaridad e incluso entre algunos de estos libros se insertaban mensajes de ánimo o apoyo a los soldados
Los soldados leían sobre todo ficción. En los frentes alemanes no se podían leer novelas eróticas ni historias pesimistas ni nihilistas y las novelas de misterio estaban desaconsejadas. Detrás de los libros de ficción, venían los técnicos, las gramáticas tanto de la lengua materna como la del país en que estuviesen, los textos religiosos y por último las revistas ilustradas. Durante la Primera Guerra Mundial, Herbert Francis Brett- Smith creo lista de lectura para soldados herido. A quienes sufrían estrés postraumático (neurosis de guerra, como se llamaba entonces) les animaba a leer a Jane Austen. Los libros de esta autora eran leídos por los soldados en las trincheras. En 1926, Rudyard Kipling escribió un relato titulado The Janeites, en el que cuenta como un excombatiente de la guerra entraba a formar parte de una hermandad secreta de soldados unidos por amor a Jane Austen
En las trincheras, la lectura era una forma de evadirse, de sobrevivir, ya que recordaba el mundo que había fuera de la batalla. Para los prisioneros de guerra, la lectura es una de las pocas cosas que podían hacer. Era casi una recomendación terapéutica



Extraídos de los artículos:

  •  Las bibliotecas de batalla de la I Guerra Mundial, por Raquel C. Pico (Libropatas)  
  •  El remedio para la neurosis de guerra: una novela de Jane Austen a la semana, por Ana Bulnes (Yorokobu)



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